El Síndrome de Dispersión Pigmentaria es una enfermedad, poco común, relacionada con la pigmentación ocular y que, en el caso de que esté a punto de dañar el nervio óptico, suele acabar en Glaucoma Pigmentario. Se trata de un trastorno en el que se han depositado gránulos de pigmento (la sustancia que le da color al iris) en otras partes del ojo. Te contamos cómo y por qué ocurre.
El Síndrome de Dispersión Pigmentaria se produce generalmente cuando los gránulos de pigmentos del iris se adhieren a la parte posterior de este. Generalmente afecta en mayor medida a los hombres de raza blanca con edades comprendidas entre los 20-45 años de edad.
Normalmente la liberación de los pigmentos se desencadena tras un movimiento mecánico de fricción de la capa pigmentaria posterior del iris contra las agrupaciones de las zónulas del cristalino (los ligamentos de suspensión del cristalino), haciendo que los pigmentos se liberen desplazándose a la cámara posterior del iris.
Aunque la etiología exacta todavía es algo confusa, existen diversas causas que podrían originar el Síndrome de Dispersión Pigmentaria: como la herencia genética, un ejercicio excesivo, la concavidad del iris o la forma demasiado plana de la córnea.
La genética es una de las responsables del Síndrome de Dispersión Pigmentaria: un gen mutado es el que provoca esta liberación de pigmentos.
Si uno de los padres está afectado por este síndrome, pasa el gen mutado a sus hijos.
Puede ocurrir lo mismo tras un ejercicio muy vigoroso. La fricción que se genera es la causante de la liberación de pigmentos. Estos pueden depositarse en la zona de drenaje del humor acuoso y bloquearlo. Al acumularse el líquido se aumenta la presión intraocular lo que llevaría a una pérdida de visión irreversible.
La forma del iris y de la córnea también favorece el desarrollo del síndrome. Una córnea muy plana como la que tienen los hipermétropes o un iris muy cóncavo como los que tienen los miopes, podrían aumentar las posibilidades de que con el movimiento de la pupila se produzca la fricción mecánica que lleva a la liberación de los gránulos de pigmento.
Los síntomas del Síndrome de Dispersión Pigmentario no suelen ser percibidos por las personas que lo padecen. De ahí la importancia de la revisión periódica del oftalmólogo quien puede detectar la pérdida de pigmento mediante un examen ocular. La imagen que el oftalmólogo observa en la cara posterior de la córnea, con el pigmento depositado sobre ella, se denomina: Huso de Krukenberg, como se observa en la foto que ilustra el texto. Con una detección precoz las posibilidades de curación se multiplican. Además existen tratamientos farmacológicos y cirugía para combatir el síndrome.